La calle antes que las normas
Vídeo: Sergio Moreno
Son las 23 horas y el frío empieza a ser muy intenso en las calles de Valencia. Insuficiente, sin embargo, para que los clientes se animen a resguardarse en los albergues o pisos municipales y aceptar las ayudas de reintegración que pone a su disposición el Ayuntamiento de Valencia.
Aun así, los miembros del CAST (el Centro de Atención a los Sin Techo) salen como cada día para completar su trabajo. "La campaña contra el frío no es más que otra de nuestras funciones, porque nosotros trabajamos todo el año con las personas que viven en la calle. Pero cuando el frío es extremo facilita las cosas. Es entonces, y sólo algunas veces, cuando podemos convencerles de que vengan a los albergues e inicien los programas de reintegración", explica Inma Soriano, directora del CAST.
Cuando el tiempo es más benévolo la complicación se vuelve máxima porque ninguna persona que viva algún tiempo sin techo suele prestarse a aceptar unas normas por mínimas que sean, explican los integrantes del programa municipal. "Tenemos que crear un vínculo con ellos y eso es muy difícil porque las personas que están en la calle en un porcentaje muy alto tienen problemas mentales o de adicciones. En los albergues no permiten consumir alcohol ni drogas ni tan siquiera fumar y les imponen unas normas de convivencia que difícilmente aceptan de buen grado", insisten.
Pasan unos minutos de la media noche y se produce el primer recorrido por las calles de la cuidad. La primera parada llega en la Gran Vía Fernando el Católico para atender a tres ciudadanos checos. Paco, Juan y Pepe intentan convencerles de que se vayan a un albergue pero no hay suerte a pesar de la insistencia. Sólo acceden a tomar un saco de dormir: "Esto no es frío. En mi país sí que tenemos un invierno fuerte de verdad. Aquí estamos muy bien y no queremos movernos, nos apañamos", replica uno de los atendidos.
La calle endurece a las personas, que se resisten a perder esa "libertad" que les ofrece vivir al aire libre. Pepe, uno de los policías locales del X4 que colaboran con el CAST, explica que el ser humano se adapta excesivamente bien a cualquier circunstancia y cambiar después es más complicado. "Aquí nadie se muere de hambre porque hay programas municipales y si no, siempre hay alguien que les compra un bocadillo. Sólo cuando se sienten enfermos o tienen algún problema es cuando vienen a nosotros porque sorprendentemente se sienten bien en la calle".
La segunda parada llega en Ramón y Cajal. Aquí, los agentes se encuentran con el cubano, un viejo conocido del servicio del CAST. Sólo pueden ofrecerle un poco de conversación y recordarle que en cualquier momento puede arrepentirse y dirigirse a la residencia social.
El último alto se produce en la Plaza Redonda. Seis personas ocupan el espacio que por la mañana utilizarán los compradores. Son toxicómanos: "El lunes iremos al centro de desintoxicación, que mañana es viernes y tenemos cosas que hacer". Es la una de la madrugada y toca desistir: "Llega un punto de la noche en que les causa más problemas que beneficios ir a un albergue porque allí les despiertan a las siete de la mañana", explican.